XIII BANDERA. Edchera 1958. Capítulo 2.


Salimos del Aaiún a eso de las 07:00 de la mañana, el cielo estaba despejado y cierta calma se anticipaba al desastre. A pesar de que marchábamos hacia un posible contacto con los moros independístas y que tal vez la muerte nos saliera al paso sin temor alguno, en nuestro interior crecía el buen animo. En la Legión las dudas son un mero pensamiento.
La Columna de vehículos se dispuso en marcha casi paralela al Saguia El Hamra guardando una perfecta estructura de mando en la marcha. El Capitán Jauregui marcaba la vanguardia dando seguridad a la la Bandera. En caso de un hostigamiento, la 2ª Compañía daría tiempo y espacio a toda la Bandera para su despliegue y posterior reacción.
La columna avanzaba sin ninguna tregua. Desde el interior del camión, los legionarios hacían alguna que otra broma aligerando la tensión. Recuerdo aquel malagueño que contaba unos chistes muy malos pero que, gracias a su acento, nos hacía reír a carcajadas. Fue uno de esos chistes lo último que escuche de aquel legionario. No a muy tardar oímos disparos. Todos guardamos silencio y desde la cabina del camión el Cabo maldecía sobre unos camellos que al parecer se habían cargado a tiros. Alguien se creía John Wayne. Pero aquello sólo fue el precedente de lo que estaba por llegar. Al poco tiempo escuchamos por la radio anunciar, disparos desde el flanco derecho de la columna provenientes de la Saguia. Los del ELN habían hecho acto de presencia. Todo se aceleró desde ese momento. La radio estalló en un manojo de voces intercambiando ordenes y posiciones. Dentro del camión todos callamos al instante y nos preparamos para el combate. Recuerdo que Oleaga, que venía en nuestro vehículo, estaba tranquilo y miraba hacia el exterior sin casi inmutarse de lo que pasaba. Me fascinaba aquella tranquilidad que tenía mientras tu y yo apretábamos nuestro fusil Mauser como si de nuestra vida costase el perderlo.
Llegó el momento que esperábamos. Aquello por lo que nos entrenaron. El Capitán Jauregui había recibido fuego enemigo desde el Saguia y se adelantaba hacia el cauce. El Cabo Belmonte nos ordenó prepararnos para orden de combate y saltar del vehículo. El camión aceleró su marcha. Desde el interior, pude ver mientras pasábamos a todas velocidad al Teniente Gamborino, que se parapetaba desde su vehículo disparando hacia el fondo del Saguia. Entonces al poco tiempo perdimos de vista la meseta y el resto de la Bandera. Nos adentrábamos dentro del cauce del Saguia. Acto seguido el cabo Belmonte dio la orden y saltamos del vehículo en marcha sin dilación alguna. Aquello se convirtió en una nube de polvo sahariano. Una oleada de legionarios haciendo tierra comenzó a desplegarse. Mi corazón comenzó a latir muy deprisa, mis músculos se tensaron y la adrenalina podía saborearla junto al amargo sabor de la arena del desierto. El Cabo Belmonte dio señales y nos desplegamos hacia el borde del acantilado del Saguia. Nos tiramos cuerpo a tierra e intentamos encontrar algún tipo de cobertura pero aquello era un infierno. Los matojos de esparto eran lo único que podíamos encontrar y los moritos independístas, azuzaban sus armas contra nosotros parapetados entre las aberturas de las paredes del Saguia sin darnos tregua alguna.
El fuego se hizo intenso y pronto las bajas se hicieron presentes entre nosotros. El tiempo pareció detenerse y lo único que podia escuchar era el silbar de las balas por encima de mis cabeza —te juro que no se el tiempo que pasamos allá abajo Alfredo—. Nadie se movía de su posición y manteníamos la cabeza lo más gacha posible. Estábamos en mucha desventaja por aquel maldito terreno. Giré mi cabeza para localizarte y mi corazón dio un vuelco al comprobar que una bala había hecho blanco en tu oido y te había atravesado la cabeza. Aquello me dejó sin capacidad de reacción por un momento. Más tarde la furia entró de nuevo en mi y el credo legionario me hizo avanzar. Tal vez estuvieras muerto pero juré vengarte. Recargué mi fusil Mauser como pude y continué disparando sin cesar, mientras las lagrimas brotaban de mis ojos mezclándose con la arena del Saguia.
CONTINUARÁ        R  C Calderon    El Fauno